
Muchas de las que considero mis mejores fotos o al menos de las que más gustan o de las cuales me siento más satisfecho, ni me las imaginaba pocos segundos antes de hacerlas. También muchas de las que más me aburren (y no solo en mi propia producción) están hechas con un despliegue importante de “mise en scène” y por tanto de reflexión. Así me reafirmo en la idea de que la fotografía es para mí algo que tiene que ver más con la captura instintiva de momentos fugaces que con complicadas elaboraciones intelectuales, hoy tan de moda. Pero vayan a explicarle eso a un galerista o a uno de esos burócratas de la estética que organizan concursos y exposiciones. Si les dijera algo semejante lo más probable es que rechazarían de plano cualquier propuesta por antojadiza y carente de fundamentos… ¿Y cómo no?, si ellos están absolutamente necesitados del discurso del artista para justificar su puesto y su paga. Así que más de una vez al presentar fotos a gentes así, he debido inventarme “un rollo” discursivo que deja pálido a cualquiera de mis rollos analógicos. Por supuesto que otros siempre llegan con mejores andamios intelectuales y por eso mis fotos de todas maneras son a menudo descartadas. Un ejemplo de todo ello: La foto que encabeza ésta entrada la presenté en mi país al más reciente concurso de Valoarte (subasta artística para propósitos de beneficiencia -lo digo para los amigos extranjeros-) y que es de las que más éxito han tenido entre las que he subido a Flickr (siendo incluso escogida para el llamado “Explorer” o selección de las mejores fotos entre las miles que entran cada día), pues bien, contra mis infladas expectativas me fue devuelta sin siquiera un agradecimiento. Obviamente ésta es una foto sin discurso, es simplemente una que considero buena porque captó un momento fugaz con cierta poesía y refinamiento (además, en medio formato, es decir, ¡sale de un negativo 6x6! y por tanto tiene una resolución impresionante), algo que parece nunca entenderán los modernos jueces conceptuales, quienes, según me explicó un pajarito por ahí, son grandes especialistas de arte muy reconocidos internacionalmente y que los organizadores trajeron al país exclusivamente para la actividad.
Bien por ellos, pero por cosas como ésta es que digo que uno no debe nunca nunca preocuparse de lo que digan o no digan los demás de nuestras creaciones, ni en un sentido ni en otro. Lo importante es que nos satisfagan personalmente. Y de ésta fotografía es claro que estoy muy satisfecho. Por cierto, se llama "Las altas soledades" nombre que tomé prestado de una película de Philippe Garrel y que probablemente nunca devolveré.